POMPEYA

En el siglo XVIII, el descubrimiento de las ruinas de Pompeya provocó una auténtica conmoción entre los amantes de la Antigüedad. La ciudad había desaparecido del mapa entre el 24 y el 25 de agosto del año 79 d.C., cuando una mortífera erupción del Vesubio sepultó ésta y otras localidades del entorno.
Pompeya ​ fue una ciudad de la Antigua Roma ubicada junto con Herculano y otros lugares más pequeños en la región de Campania, cerca de la moderna ciudad de Nápoles y situados alrededor de la bahía del mismo nombre en la Ciudad metropolitana de Nápoles. Wikipedia

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Habitantes: En origen, oscos. Posteriormente samnitas, griegos, etruscos y romanos
Desaparición: 24 de agosto de 79 (fecha tradicional)

En 1738 el futuro Carlos III de España, entonces rey de Nápoles, encargó a un ingeniero militar español, Roque Joaquín de Alcubierre, que iniciase las excavaciones. Esas primeras prospecciones se hicieron en la zona de Herculano, un punto especialmente dificultoso porque la ciudad había quedado sepultada bajo una capa solidificada de lava volcánica que llegaba a alcanzar los 26 metros de espesor. Por ello, pese a que se desenterraron algunas estatuas espléndidas, el monarca y sus asesores decidieron ampliar el alcance de la búsqueda. Fue así como, en 1748, se comenzó a excavar en la zona de la antigua Pompeya, si bien la ciudad no fue identificada como tal hasta mucho más tarde, en 1763.

¿Cómo murieron los habitantes de Pompeya?


El Vesubio liquidó a casi todas sus víctimas en un solo día, el año 79 d.C. Sepultó los cuerpos bajo una mortaja de cenizas ardientes, rocas fundidas y masas de aire abrasador que pudo alcanzar los 800 °C. Es 24 de agosto del año 79 y la actividad comercial anima las callejuelas de la ciudad, situada al abrigo del golfo de Nápoles. En el puerto, en la desembocadura del Sarno, los obreros desestiban los barcos procedentes de Nola, Acerrae y Nuceria, cargados con mercancías del interior del país, que son transbordadas a buques mayores, especialmente diseñados para navegar por alta mar. Baldes llenos de garum, una salsa elaborada a base de pescado, humean al sol. De vez en cuando resuenan los martillazos procedentes de algún edificio cercano: son las obras de reconstrucción de Pompeya tras los estragos causados por el gran terremoto de hace 17 años. El discurrir cotidiano de una población próspera en tiempos de la antigua Roma.

La pesadilla empieza hacia la una de la tarde. La tierra ruge. Casi nadie levanta la vista: aquí la gente está acostumbrada a los temblores de tierra. Pero si a pesar de todo uno lleva su mirada hacia el Vesubio, ve una columna de humo. Plinio el Joven escribirá más tarde en una carta a Tácito: «Una nube de tamaño y aspecto insólitos. [...] La forma recordaba la de un árbol, concretamente la de un pino. Se elevaba como un tronco gigantesco y en el aire se desplegaba en ramas».
Empieza a caer ceniza y luego rocas fundidas. Los habitantes de Pompeya comprenden entonces que deben huir, alejándose todo lo posible o refugiándose en las viviendas.
Al día siguiente, Pompeya es historia. Sepultada debajo de 3,3 kilómetros cúbicos de cenizas y lava, ha dejado de existir, compartiendo destino con Herculano, Boscoreale, Estabia y Oplontis.

POMPEYA Y LA COSTA AMALFITANA
La vista del golfo de Nápoles es tan bella que los propios napolitanos, teniéndola todos los días, la definen como mozzafiato, es decir, que corta la respiración. De todas las cosas maravillosas de este golfo, hay algo que lo distingue de los demás: el Vesubio (1.281 m), el volcán prominente y solitario que gobierna el paisaje y la suerte de sus habitantes desde la Antigüedad. La panorámica entusiasma más todavía si se contempla desde el cráter, accesible por un camino desde la cota 1.000. Subir hasta el borde de la caldera conduce primero a través del Parque Nacional del Vesubio, recorriendo la ladera verde del monte Somma y pasando junto al observatorio vulcanológico más antiguo del mundo, que desde 1841 vigila el sueño del gigante.

A los pies del volcán se distingue la Circumvesuviana, la línea de tren que comunica Nápoles con el pueblo de Sorrento y que tiene parada en Pompeya(a 40 minutos), la esplendorosa ciudad romana que el Vesubio sepultó hace casi dos milenios. Solo unos metros separan la estación de Pompei Scavi del recinto arqueológico, de manera que el visitante se encuentra inmerso en una ciudad del Imperio romano apenas unos minutos después de haber bajado del tren. Las horas transcurren sin prisa entre calles adoquinadas que conducen hasta templos y teatros, flanqueadas por comercios, villas de patios decorados con mosaicos, baños públicos, tabernas... Todo dispuesto como el día en que el Vesubio, en el año 79 d.C., lo cubrió bajo un manto de cenizas, una capa que ha resultado ser la clave para que la ciudad se haya conservado hasta hoy.

DE POMPEYA A LA COSTA AMALFITANA
1 Pompeya. La ciudad romana conserva calles, templos y villas con mosaicos y frescos. Suele completarse con las ruinas de Herculano y Oplontis.
2 P.N. Vesubio. Hay que subir al cráter y visitar el observatorio astronómico.

3 Sorrento. Cerca hay algunas de las calas más bonitas de la península sorrentina. Se llega en barco o en tren con la línea Circumvesuviana.
4 Positano. El sendero de los Dioses lleva hasta el vecino pueblo de Praiano.
5 Amalfi. Antigua república marinera, tiene una catedral bellísima y vistas excepcionales de la costa. Cerca se halla la gruta Esmeralda.


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